lunes, 25 de febrero de 2013

De tu pecho y el tiempo



Descansar en tu pecho. Abrazado a los latidos de tu corazón y acunado por el constante subir y bajar de tu respiración. Medir el tiempo tan solo por el bombeo de tu reloj interno. Cada pálpito se alarga en un cálido infinito y entre sus silencios me transportas a otros mundos, a otros universos. Me destierras a un silencio gozoso y creas en mí el deseo, qué digo el deseo, ¡el ansia! De volver a escuchar el siguiente golpeteo. Rebusco en la infinidad de ese vacío, el comienzo de una nueva nota en esa melodía perpetua que se inició hace treinta y dos años.

Que magnificencia, que orquesta más bien lograda. Ahí llega. La noto en la distancia y saboreo con los ojos cerrados tu siguiente explosión. Me desatas suspiros mudos al sentirte nuevamente viva. Todo vuelve a empezar, pues el tiempo no para dentro de ese cuerpo tuyo creado para amar y ser amado. Y en mí rebullen dos fuerzas invisibles; la una chilla al viento el escuchar tu siguiente momento y la otra solloza por no dejar nunca de descansar en tu pecho.

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