Vuelvo a ti, soledad.
Al llanto seco y a la sonrisa cansada que asoma día a día, constantemente, sobre una cara hoy enrojecida. En ti y en la noche, hayan mis dedos el afán por desnudarte y buscar tus recovecos, recorrer tus redondeces y posarme sobre tu pecho, hasta terminar con la luz de esta vida en un último parpadeo.
Hay algo de irreal en esta vida. ¿Fueron estos treinta años o tal vez el humo de aquello que ardió y se olvidó? ¿Lo es todo?¿Lo es nada?
El deseo aparece, de sumirse en un sueño oscuro y largo como sólo lo puede ser el tiempo.
sábado, 21 de julio de 2012
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