sábado, 27 de abril de 2013

De valencia y otros menesteres

Quién diría en mi tierna infancia que con mis manos te trataría. Hoy amaneces sombría mas siempre eres soleada y repleta de algarabía. Recorro tu bronceado cuerpo cada día y lo visto de telas diversas; unas verdes, otras blancas y al otoño castañas. Te prendo fuego al llegar el frío invierno y en verano nos bañamos juntos con agua dulce y fresca.

Me das lo mejor de ti año tras año y yo sigo a tu lado, desde que nací se que te tuve entre mis manos. Te veo en toda tu gloria y no puedo dejar escapar un triste lamento pues siento que poquito a poco te estás perdiendo. En unos años, no muy lejanos, perderás gran parte de tu hermosura. Arrugas revueltas te cruzarán la cara y perderás parte de ese dulzor aroma a azahar que me brindas. Pese a ello te seguiré cuidando, te seguiré amando, hasta que no me queden fuerzas o el hambre de mis tripas sea tan grande y tu sustento tan pequeño que tenga que alejarme, aunque siempre te mire con anhelo, amor y vehemencia.

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