Quien me conozca sabrá de la pasión que pongo cuando tengo uno de esos días en los que me apetece bailar. No tengo ni idea y no me importa ni hacerlo mal ni que la gente me mire raro. Solo somos yo, mi cuerpo y la música que se apodera de él. Nace de dentro, de algo que ni tiene espacio ni nombre, se concentra en tu estómago poco antes de lanzarte y de repente estalla con fuerza inundando todo tu cuerpo que se contonea al son de la música. Llega casi al grado de masturbación, un sexo personal que te llena de satisfacción y no acaba hasta que tu cuerpo no da más de sí. Después los jadeos apagados, el aliento perdido y un corazón liberado por la adrenalina.
Quisiera que cierta persona llegase a sentir ese tipo de sensación con el baile, al menos una vez. Que lo intentase. Que dejase llevar su cuerpo descontrolado al ritmo de una música sensual. Explorando su cuerpo, sus sensaciones, notando el viento que desplaza y que le roza la cara. Quizás.... porque en ocasiones, para mi, el baile es algo que me llena de vida y alegría. Y es algo que me gustaría transmitirle.
He ahí la razón por la que me gusta tanto ver a la gente bailar. Porque sé lo difícil que es saber moverse bien, con gracia y de manera desenvuelta y más aun sé, lo que es sentir el baile.
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