jueves, 22 de octubre de 2009

Pedigüeños

Hoy me vino un italiano mientras esperaba en la parada del autobús. Normalmente voy en bicicleta pero como estoy con faringitis decidí que sería mejor utilizar el transporte público por una temporada.

El caso es que el hombre se me acercó. "Disculpe muchacho". Muy educado el italiano con pintas de dormir en la calle, darle un poco a la botella y de ser amigo de graimito. Chapurreaba el castellano hablando más italiano que otra cosa pues del primero apenas las vocales y no todas, pero a bien es sabido que entre latinos a poco que aguces el oido lo mínimo se entiende. Y me contó su pequeña historia.

Vino de vacaciones hará cosa de un año, le robarón todo el dinero que tenía, 15000 euros, en una bolsa (veas tú que hacía con tanto dinero encima) y de su tierra, Italia, no le quedaba nada. Ahora le faltaban 30 céntimos para una hamburguesa. Eso decía él y yo, que de la vida aprendí dos cosas, pues sabía que mentía el muy vil. Aún así le dí 50 céntimos, y no por la historia que me contó, que si bien era falsa no quita lo divertida y original, si no porque por los 30 céntimos que pedía me estaba dando un boli y un lápiz (obviamente sustraidos del instituto valenciajo de la juventud). Pero me gustó el hecho de que no mendigara, que no pidiera sin más. Si no que a poco simplemente intentaba ganarse la vida vendiendo, con algo de cara y jeta. Por eso es por lo que decidí aceptar su oferta. Él, por lo menos, lucha.

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